lunes, 3 de marzo de 2008

"Si quiere destruir a un hombre, enséñele a jugar al ajedrez.-Oscar Wilde-



El ajedrez: ese trazo de equilibrio.

Un buen ambiente educativo alrededor de los juegos tiene un efecto positivo en el aprendizaje.


Los padres sabemos o quienes inician en la enseñanza del ajedrez a sus hijos deben razonar que si, el ajedrez se instruye a los niños con el solo propósito de competir, dejaremos atrás y habremos perdido la oportunidad para desarrollar de una forma excelente sus facultades intelectuales y su formación.

¿Que valores nos descubre la pedagogía del ajedrez? En primer término los niños se responsabilizan de sus actos. Un tablero y unas piezas, además de unas reglas desde el inicio de la partida están a su íntegro cuidado. Serán responsables de las figuras según las normas. Ese es el juego.

El ajedrez es una recreación de caballeros y los niños aprenden cánones que rigen el juego y que dan pie; a la gallardía, a la cortesía, al respeto, a la justicia, a la rectitud, a la armonía, la paciencia y a la cordialidad al crear una conciencia sobre la consecuencia de sus actos dentro del tablero que sabiamente los padres debemos extrapolar a los actos cotidianos en la vida sociocultural de nuestros hijos.

Los padres somos testigos de la aceptación por parte de nuestros retoños de estos valores propios del juego ciencia. Hablamos de cortesía cuando miramos que antes de una partida nuestros vástagos se dan la mano en señal de amistad, lo mismo sucede al terminar esta, El perdedor aprieta la mano de su contrincante y el victorioso evita el festejo inconveniente. Nombramos armonía y cordialidad por que ambos revisan la partida, consiguiendo dos beneficios uno el de la caballerosidad para nuestro semejante, el otro el conocimiento que deja la revisión de la papeleta, que deja la investigación de errores y aciertos de la recién experiencia intelectual.

La derrota no empequeñece las cualidades de un ser humano. Los niños y jóvenes aprenden a lo largo de numerosos partidas a perder y a ganar. Quien pierde se enseña a persistir, a perseverar, ha introyectado el ajedrez en su ánimo: voluntad, disciplina, y perseverancia.

Quien gana asume su éxito desde la perspectiva que una serie de factores que facilitaron su éxito y lo acepta con gusto, sin hipocresías, pero sin petulancia. El ajedrez forma a las personas.

El acatamiento y el respeto de las normas son imprescindibles en la convivencia de los niños, en un reducido espacio llamado tablero. Los infantes esperan un tiempo para ejecutar su movimiento, ejercitan la paciencia y la tolerancia, sin hacer ruido para no desconcentrar a su compañero mientras este medita. Las reglas del juego hemos dicho enseñan a nuestros hijos a responsabilizarse de sus actos: “Pieza tocada, pieza jugada” (piensa antes de actuar es el mensaje) el quebranto a esta regla prueba la rectitud del infractor.

La estimación por si mismo el ajedrez la fortifica, el ajedrez de forma creciente, logra progresos libertarios del propio desafecto. Avances que guían a la solución de problemas y a pensar con mayor soltura, con mayor destreza. Un círculo de retroalimentación que respalda la autoestima y la mayor seguridad en las decisiones.

Los niños y jóvenes estudiantes que ejercitan en el ajedrez adquieren el buen hábito de examinar varias alternativas a gran diversidad y complejidad de problemas por solucionar y que dan como resultado una mayor confianza en su imaginación, en su creatividad y en la
originalidad de su pensamiento.

La habilidad en el ajedrez es el resultado de un buen número de aptitudes que trabajan juntas. El ajedrez utiliza todas las facultades de un individuo y brinda la satisfacción a los niños el estar con ellos mismos en el acto apartado e incomparable de pensar.El ajedrez es un adiestramiento de la memoria cuyos efectos son transferibles a otros campos.El ajedrez no depende como en el alpinismo del mejor equipo o del mejor coche como en el automovilismo, sus resultados descansan únicamente en los logros intelectuales.

Finalmente la buena utilización del tiempo libre de nuestros hijos y el nuestro en un juego como lo es el ajedrez propicia la mejor de las relaciones entre los padres e hijos, los vínculos de amor y de aceptación con nuestros vástagos se engrandecen.

Referente a la frase de Oscar Wilde que da titulo a esta nota "Enseñar a un hombre ajedrez es destruirle "nos parece ajustable en los casos de quienes tropiezan en ese trazo de equilibrio que es el ajedrez cayendo en el pasatiempo, en el desequilibrio de las actividades que conforman la vida madura de un hombre, para subsistir de las trampas, de los arreglos, de las “chapuzas”, de los juegos de azar, de las apuestas, para vegetar en el ocio y en el malogro.

Dr. Gabriel Capó Vidal.

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